"—¡Maldita sea! —declaré—. Un perfecto extraño. Eso de invitarlo no tiene sentido.
Wolfe refunfuñó. —Si hubiera ido a comer a su casa con esa mujer es posible que se dijeran algunas cosas. Hasta puede que llegaran al extremo de que ella lo repudiara y él la desafiara a ella. Pensé que era prudente evitar ese riesgo.
—No. No existe ese riesgo y usted lo sabe. Está tratando de evitar darle a alguien la ocasión de que piense que usted es humano. Es amable con su prójimo y prefiere que nadie lo sepa. La idea de que ese pobre diablo fuera a su casa a comer con esa hiena era demasiado para su gran corazón, y fue tan impetuoso como para permitirse invitarlo a tomar ese coñac del cual solamente hay diecinueve botellas en los Estados Unidos y todas ellas están en nuestra bodega.
—¡Por Dios! —Se levantó—. Serías capaz de poner sentimental a la tabla de multiplicar. —Se encaminó hacia la cocina para decirle a Fritz que teníamos un huésped, y también a oler."
Ondas mortales
Nero Wolfe y el triple crimen
Nero Wolfe