Entre el bosque y el río, sube el camino viejo a Lugo, descalzado por las torrenteras. En marzo yo escuchaba en el bosque el cuco agorero, que despertaba a un tiempo para amores y para profecías. El mirlo andaba todo el año volando desde el bosque a los huertos vecinos, donde al abrigo del norte son parras vetustas y fecundas. Los cuervos cubrían con su grave vuelo la distancia que hay entre el bosque y los agros alcantarinos del Sábelo. Al caer la tarde, palomas torcaces regresaban a sus nidos. Y en la hora vespertina, en el verano, en el enorme silencio sonrosado de la tarde, el alma se ponía a la expectativa del canto del ruiseñor. Yo saludé una vez respetuosamente al encantador serotino:
Quita a monteira, amigo,
que xa o reiseñor
vai cantando no bosque,
ferido de amor!
Álvaro Cunqueiro
El pasajero en Galicia
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