JUNTO A LA VIEJA COLEGIATA
A vuelo, un murciélago rondaba
la cúpula de aquel templo románico, donde no germinaban ya preces, ni cirios ardían.
Solitario en obscuro rincón Cristo lívido sin las almas hallábase, que
postradas antaño a sus plantas, perdón le pedían; y, del cielo cerrado del
templo, las bóvedas, parecían gotear por las tardes leyendas remotas, nacidas
de la negra angustia apocalíptica de los siglos más bárbaros, cuando el alma
temblaba en el cuerpo, con las alas rotas, en la cárcel de carne, con tortura mística
a la muerte esperándola, para verse así libre del mundo de odiosas historias; y
en la paz del sepulcro del recinto tétrico -de una fe muera túmulo- un silencio
de piedra envolvía las viejas memorias.
Por defuera del templo, bajo
el sol vivifico, redondease el ábside, y cubriéndole manta de yedra, los nidos
ampara donde ponen cada año golondrinas ágiles su cría, y marchándose, se la
llevan à alguna mezquita rayana al Sahara. En la ruina de torre, cigüeña
hierática, con los ojos sonámbulos, sesteando de pino al cojuelo, el campo
avizora, y al caer de la tarde con su vuelo eurítmico, de la charca a las
márgenes, el botín va a buscar que en el nido su cría devora.
Y el Cristo solitario, preso
en aquel lúgubre interior aburriéndose, oye de fuera el alegre pío de las
golondrinas, y el castañeteo, como un rezo litúrgico, con que cuentan del éxodo
las cigüeñas los días que falten. ¡Aves peregrinas!
MIGUEL DE UNAMUNO (10/01/1914)
La Esfera. Ilustración mundial
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