Un roedor en la clase de segundo de E.G.B.
En la década de los setenta del siglo pasado en las ciudades emergentes de los cinturones de las capitales de provincia se construían los colegios en las afueras de las localidades en terrenos municipales. No es de extrañar que los ratones de campo devinieran en ratones de colegio y con el tiempo y tantas enseñanzas en ratas de biblioteca. Al ratón de la papelera no le había sucedido nada que no fuera lógico y natural: en las papeleras, aparte de papeles, había restos de bocadillos, de tigretones, e incluso mondas de naranjas, corazones de manzana, huesos de melocotón y un buen ratón de colegio (como en otro cuento veremos, un buen pardal de patio) aprendió, nada más nacer, ‘economía de subsistencia’. Este roedor mostraba su presencia en los dictados, cuando se hacía el silencio en el aula, con sus grititos acompasados al rasgar de los lápices sobre las hojas de los cuadernos. (MMV 9/13)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.